Capítulo 11


     Yaroslav y Heather II.

     “Ella es una mujer que ha perdido mucho tiempo siendo herida, llorando y sufriendo decepción tras decepción allá adonde va. Carga a sus espaldas un pasado oscuro; decenas de años de malas experiencias que no pueden ser medidas con la conciencia de una persona frágil e ingenua como tú, Yaroslav Smirnov.”
     —¿Conoces a Heather?
     Eso fue todo lo que se me ocurrió preguntarle a Onira después de que me habló de esa manera tan explícita sobre la mujer que se acercaba a nosotros. Es curioso ponerse a pensar que hay cosas de las que no se puede dudar ni siquiera en las peores situaciones. Incluso estando a punto de desmayarme a causa de no sé qué, me resultaba dolorosamente evidente que la segunda caza-recompensas enviada desde el futuro era Hada; mi Hada.
     —Esa mujer existe en nuestro plano temporal desde mucho antes de que tú nacieras. Se podría decir que es la mano derecha de tu ‘yo’ del futuro. No ha venido aquí con buenas intenciones. De hecho, ni siquiera levanta la mirada del suelo. ¿Qué le has hecho, Yaros?
     —Yo… no le he hecho… nada.
     Rhaldan estaba muy tenso. Parecía ser el único que realmente comprendía la gravedad del asunto; no cedía ni un palmo de terreno. A pesar de que Heather se acercaba, a pesar de que alargaba el brazo hacia su espalda para desenfundar esa especie de arpa gigante que llevaba, a pesar de que sus ropas eran tan ajustadas que podían traer recuerdos indecentes a la mente…
     —En el futuro no la llamamos Heather —me dijo Onira de repente—. La llamamos Danva.
     —¿Danva?
     Larisa no contestó; se limitó a dejarme en el suelo con la delicadeza digna de un herrero para después comenzar a correr como una histérica hacia Heather. ¿La reacción de Rhaldan ante esto? Una serie de negaciones con la cabeza y una aclaración para mí:
     —Es mentira. Nadie la llama Danva; solo Larisa lo hace.
     —¿Y eso que significa?
     Un breve silencio, y después la primera vez que vi a Rhaldan sonreír:
     —Danva es la palabra usada en nuestro idioma para designar vulgarmente a una mujer de baja reputación; una mujer de la calle. Lara odia a Heather porque te pretende, o mejor dicho, porque pretende al Yaroslav del futuro. Heather es una mujer muy sinuosa y paciente; Larisa es más pasional. Sin embargo, cuando se trata del déspota de tu versión futura, ninguna de las dos atiende a razones.
     —Pero… Onira es mi prometida, ¿no?... En el futuro, quiero decir.
     —Sí, pero eso, querido amigo, en nuestra cultura es más una desventaja que una ventaja.
     Estaba a punto de presenciar la confirmación de mi condición de sádico. ¿Cómo iba yo a perderme la oportunidad de ver pelear a esas dos mujeres? Y no era que no me importase que se hicieran daño, pero rápidamente supuse que en el futuro ya habrían tenido lugar escenitas como esa y que, por tanto, no había nada de qué preocuparse.
     —Ciertamente, me inquieta —murmuró de pronto Rhaldan—. Jamás había visto el arma que porta hoy Heather… Esa especie de instrumento musical. Me pregunto qué extraños poderes se ocultaran en sus cuerdas.
     En breve lo descubriríamos. Y lo peor de todo era que una escena que en un principio me había resultado melancólica, acababa de convertirse ante mis ojos en una pantomima circense digna de las comedias de enredo de mi plano temporal. Nos hacía falta un cámara que captase el momento con todo detalle: La forma en que a Onira le temblaban las manos, la manera en que a Heather le resultaba imposible levantar la mirada… De pronto, mis fuerzas estaban regresando a mí, así que antes de que pudieran pensárselo mejor y me abandonaran de nuevo, me levanté del suelo con presteza y comencé a caminar hacia ellas.
     Ya estaban cerca la una de la otra. El arpa de Heather comenzó a brillar; los puños de Onira se cerraron. Finalmente, en un gesto tan rápido y traicionero que me resultó casi imperceptible, Larisa dio un salto hacia adelante, extendió su brazo derecho e intentó golpear el rostro de Hada. Sin embargo, mi amiga de la infancia fue lo suficientemente rápida como para esquivar la ofensiva y Onira cayó de bruces al suelo. Fue sorprendente darme cuenta, pero más aun lo fue no haberme dado cuenta antes, de que a quien Heather pretendía alcanzar no era a Larisa, sino a mí.
     —Ha pasado mucho tiempo —le dije—. Supongo. Debo disculparme por la manera en que me fui sin avisar.
     Ella continuaba sin decir ni una sola palabra. Yo caminaba hacia ella; ella caminaba hacia mí. Onira comenzó a incorporarse lentamente, y nos miró; Rhaldan también lo hizo.
     —Me imagino que estarás enfadada por eso. Me gustaría que pudiésemos hablarlo con tranquilidad antes de que…
     Ya era demasiado tarde. Heather estaba a tan solo un paso de mí. De pronto, como si el universo entero hubiese perdido su poder para influir en el tiempo, el arpa dejó de brillar y cayó al suelo. Ahora eran sus manos las que brillaban de una forma tan inquietante como paralizante, dolorosa y regocijante. El paso se terminaba, los brazos de Heather se abrieron hacia mí y… se juntaron con mi cuerpo. También una lágrima cayó por su mejilla sonrosada de frío. Estábamos abrazados; ella lloraba y yo no podía borrar de mi rostro una expresión de sorpresa que rompió el corazón de Onira.
     Comenzó a nevar con fuerza.

***

     —Dime algo del futuro —insistía Larisa, notablemente irritada—. Dime cómo están las cosas, ¿por qué Yaroslav no nos deja volver?
     Heather no había abierto la boca ni una sola vez, y yo ya comenzaba a echar de menos su voz, tierna pero contundente, que me animaba las mañanas y me hacía más posible la existencia.
     —¡Dime algo, maldita sea! —exclamó de repente Onira—. ¡No puedes haber venido también desde el futuro para robarme lo poco que me queda de mi propósito!
     Habíamos estado abrazados durante más de cinco minutos. Rhaldan se mantenía al margen, pero estoy seguro de que conocía a la perfección el daño que esa escena estaba causando en su protegida.
     —¡Te odio! ¡Te odio! ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué te ha mandado Yaroslav esta vez?
     Y, por fin…
     —No me ha mandado nadie. —El abrazo terminó—. He venido por mi propia iniciativa, aunque sé que está enviando caza-recompensas para que os lleven hasta él.
     Entonces se hizo un largo silencio; la demostración inequívoca de que ni Larisa misma comprendía lo que estaba sucediendo. Y Heather caminó hacia ella para después cogerla de la mano con la misma dulzura aterradora que la caracterizaba.
     —Tú me conoces desde hace tiempo —le dijo—, princesa del plano absoluto. Sabes que no entra en mi propósito dejar que te quedes con Yaroslav; con este Yaroslav al que has venido a buscar. Sé, también, que te entristece profundamente ver a la persona en la que se ha convertido en el futuro; la misma de la que yo vengo huyendo… Pero lo que tú no comprendes, preciosa, lo que en última instancia me ha traído hasta aquí… es que en este asunto hay implicadas cuestiones que escapan a nuestro control, que escapan del hecho de que Yaroslav esté siendo amado por dos mujeres al mismo tiempo, al hecho de que tú y yo nos odiemos… —Se acercó un poco más; con su mano derecha seguía sujetando la mano derecha de Onira, pero con la izquierda le sujetó el rostro y comenzó a apretarle las mejillas como si de una niña pequeña se tratase—. He vivido infinitamente más tiempo que tú. He estado buscando a Yaroslav desde que desapareció de mi tiempo, he estado recorriendo tantos planos temporales que los viajes de los legendarios caza-recompensas del futuro absoluto se han convertido en una excursión escolar para mí. ¿De verdad crees que tu capricho por Yaroslav tiene comparación con las cosas que me han traído a mí hasta aquí?
     Ninguno de nosotros era capaz de hacer nada. Incluso Rhaldan parecía mínimamente intimidado por la actitud que había tomado Heather. Para mí se había transformado de un momento a otro en una persona totalmente desconocida, una persona que sabía más de mí que yo mismo. ¿Quién era esa mujer?
     —Está bien —siguió diciendo tras haber soltado a Onira con brusquedad—, os propongo un trato. Ya que supuestamente cada uno aquí tiene propósitos tan variopintos e indescifrables como los míos, os propongo que me dejéis acompañaros. Y no es por ofenderte, querido Rhaldan; sé que provienes de la mejor estirpe de guardianes del reino, pero también estoy segura de que contando solo con tu protección este grupo no va a conseguir regresar al Plano Final. Os esperan tantas trampas que ni yo misma puedo garantizar que esto vaya a funcionar. Sin embargo, sí puedo aseguraros algo: Soy la única persona que sabe a qué clase de hombre nos estamos enfrentando.