Capítulo 12


El reloj de Onira.

     Frivolidad y enemigo.

     Me gustaría poder decir que disfruté de mi viaje con aquellas dos hermosas mujeres, pero el ambiente que generaban con sus continuos roces y con la forma en que dejaban que se notara que me amaban hizo que en muchas ocasiones Rhaldan terminase siendo mi confidente y el único miembro del grupo que no andaba siempre de mal humor.
     Rápidamente pasaron dos meses. En ese tiempo tuvimos que huir a través de siete planos temporales diferentes y enfrentarnos a seis caza-recompensas enviados por mi ‘yo’ futuro. En la mayoría de las ocasiones bastó con la fuerza de Rhaldan para librarnos del peligro, sin embargo, y como ya había anunciado Heather, hubo varios personajes intrépidos y casi invulnerables de los cuales nos costó un esfuerzo extra librarnos.
     Según mi reloj de pulsera, estábamos a tres de enero cuando llegamos a Atavasta, una de las más grandes ciudades de su plano temporal. En realidad casi nunca recorríamos grandes distancias; nos bastaba con encontrar al caza-recompensas de cada plano y mandarlo de vuelta al Presente Absoluto. Entonces dábamos un paso adelante en el tiempo; seguíamos estando en el mismo lugar, pero quizás cientos de miles de años más tarde. Basándome en eso, y en la forma en que a Onira le resultaban inquietantes las tecnologías de cada época, realicé un cálculo según el cual el Plano Temporal Final se hallaría a unos cinco mil millones de años de lo que yo entendía como ‘presente’ cuando comenzó todo.
     Y allí estábamos, en la gran Atavasta. ¿Qué se podría decir de ella? Que jamás, durante todo nuestro periplo, nos habíamos detenido en un plano tan lleno de vida, tecnología y progreso como aquel. Acostumbrado a los yermos desérticos, a las montañas nevadas y a los bosques tropicales deshabitados, causó en mí un gran impacto ver como la humanidad, junto con nuevas y multitudinarias especies de animales que yo nunca antes había visto, se abría paso entre las duras cicatrices de cada nueva destrucción. Comencé a tener una inquietante sensación de estabilidad a cada paso que daba; pensé que nada podía detenernos… Fui feliz, por unos momentos, olvidando que lo que realmente nos había llevado hasta aquel lugar era lo mismo que nos iba a hacer partir: La búsqueda del caza-recompensas.

***

     —Quedamos en que el poder de mi reloj depende de la voluntad de Yaroslav —dijo Onira.
     —Así es: Solo podremos seguir avanzando entre plano y plano si él permite que el reloj funcione —explicó Heather.
     —Eso quiere decir que está muy atento a todo lo que hacemos, ¿no? —deduje con inquietud—. Claro, cuando derrotamos a uno de sus caza-recompensas, él permite que usemos el reloj para enviárselo de vuelta y para que después nosotros mismos avancemos un poco… hasta donde él quiera.
     —De cualquier manera, estamos a su merced. 
     —¡No tenéis que pensar así, chicas! —intervine emocionado—. Mirad dónde estamos. En este lugar cualquier edificio es con diferencia más alto que la más alta de las montañas de mi época.
     —¿Y qué quieres decir, Yaroslav? —replicó Rhaldan—. ¿Quieres decir que una ciudad desde cuya superficie no puede verse la luz del sol es una ciudad próspera?
     —No sé… Esto desde luego es mejor que todos los páramos desérticos que hemos atravesado. Aquí al menos hay personas y algún que otro animal.
     —¿Y de qué sirve eso? Ninguno de los que nos ha visto ha tenido la amabilidad de detenerse ni siquiera un momento aun viendo que estamos hechos polvo después de un viaje así. Ninguna de estas personas vale más que la sombra que proyectan esas construcciones, Yaroslav, no seas estúpido.
     Dicho esto, el guardián se retiró con la más absoluta de las seriedades. No aparentaba estar enfadado, solo, como ya he dicho, serio. Era un hombre tranquilo, a la vez que temperamental, y se le daba muy bien terminar conversaciones. Seguimos caminando unos pasos por detrás de él. Entonces quise dedicar unos segundos a contemplar mi alrededor con más detalle, intentando encontrar la fuente de esa aparente depresión que había notado en los habitantes de la gran Atavasta. Si era cierto que era más deprimente un lugar así que un yermo inhóspito, sería cierto también que algo en mi percepción de la realidad estaba fallando. Era verdad que los edificios estaban muy unidos entre sí, que eran todos de metal plateado, yo diría que sin pintar, que los coches eran iguales, que incluso las personas parecían vestir igual y no percatarse de nuestra presencia. De repente, un agudo dolor en la boca del estómago me obligó a detenerme mientras Heather empezaba a decirme algo:
     —Lo ha hecho por Larisa.
     —¿Qué cosa? —pregunté rápidamente, al tiempo que me ponía de pie y retomaba la marcha disimulando el dolor.
     —Te ha echado una pequeña bronca por ella. Verás, Yaros, Lara es una mujer con una emocionalidad irritantemente inestable. Cualquier cambio a peor que detecte en las circunstancias la puede volver negativa, antipática e implacable. En este caso, estamos haciendo un viaje entre planos temporales para intentar llegar hasta donde está la versión futura de ti, un hombre arrogante, sin escrúpulos... Ella sabe que tú no eras así, de hecho, cuando te conoció eras como eres ahora, y ella amaba tu forma de ser: sencilla, elegante, a la vez que atrevida; amaba tu silencio, tu facilidad para estar meditabundo durante horas, la forma en que le cambiabas el nombre; eres el único que la llama Onira. Sin embargo, muchas cosas que viste te hicieron cambiar. Al principio te volviste taciturno, luego irritable. Algunas personas reaccionan con violencia a las adversidades, pero tú lo hacías de una forma exagerada.
     —Vaya… Yo no sabía todo eso. Pero no entiendo cómo es posible que tú vivieras a la vez en ese plano temporal y en el nuestro.
     De nuevo un pinchazo en el estómago. A Hada se le entristeció el gesto y me dijo:
     —No me gustaría que supieses de todas las cosas que he tenido que hacer hasta encontrarte tal y como eres ahora. Tu persona es un tesoro que muchos buscan.
     —¿Por qué?
     —Porque durante un tiempo fuiste la única persona bondadosa del futuro. ¿No entiendes a dónde quiero llegar? Este viaje, estas ciudades, estas cosas te están convirtiendo poco a poco en una persona diferente. No debes asombrarte con este tipo de frivolidades, no puedes amar esta sociedad, esta basura en la que el mundo se ha convertido a estas alturas. Incluso creo que nos están haciendo avanzar de esta forma para que veamos la degradación progresiva del ser humano… En el futuro, tú nos cambiaste a todos los que estábamos a tu alrededor, tú hiciste del mundo algo mejor, algo humano… pero el poder y las cosas que viste, las cosas que empezaste a amar, te convirtieron en un tirano. Eso es lo que Rhaldan quiere evitar a toda costa; ver que vuelves a ser un monstruo le haría mucho daño a Larisa, y si a ella le duele, a él le duele también.  
     —¿Y a ti, Heather? ¿A ti te dolería?
     —Por supuesto que sí, estúpido.

***
     El dolor se me había hecho insoportable. Aunque la conversación me había revelado muchos detalles cautivadores sobre mí mismo, se me hizo imposible seguir disimulando que sentía como si los intestinos se me estuviesen retorciendo. En ese momento, las cosas empezaron a ir mal: Perdí mis fuerzas, como en la ocasión en que encontramos a Heather, y apareció él.
     —Esos pinchazos que sientes… —Imposible—, ese dolor… Yo también lo siento, querido.
     —¿Qué haces aquí tú? —preguntó Onira, aparentemente insensible al hecho de que flotando en el aire, en mitad de la ciudad de Atavasta y ante un montón incontable de personas, había aparecido nada más y nada menos que yo mismo.
     —Se producen cuando nos encontramos en un mismo plano temporal —siguió diciendo mi otro ‘yo’ sin atender a los reproches de su prometida—. Al contrario de lo que muchos podrían pensar, no entraba en mis planes matarte cuando alcanzarais el Futuro Absoluto. Ni siquiera me importa recuperarte, Onira. Y no es que haya dejado de quererte; es una cuestión de prioridades… Digamos que antes de conocerte no había visto jamás unas caderas tan voluptuosas y unas manos tan ágiles, pero últimamente, gracias a tu ausencia, me he dado cuenta de que hay muchas mujeres con la capacidad de dar placer. Volviendo, pues, a lo que me preocupa, he venido a deciros que estoy muy descontento con la forma en que tratáis a mis emisarios. He oído rumores de que se les llama caza-recompensas y de que os buscan para llevaros hasta mí. Pues bien, son falsos.
     —¡Eres un mentiroso! —gritó de pronto Heather—. ¡Cómo puedes decir eso! ¡Yo misma te escuché encomendarles esa misión varias veces!
     —Vaya… ¿Quién eres tú, mujer?
     —¡Voy a destrozarte, Yaroslav! ¡No te permitiré que bromees con mi existencia nunca más!